Me gustaría empezar el 2013, y ya empezamos tarde,
hablando de cine. El otro día vi Un Dios
salvaje, de Polanski una película que no sé por qué no había visto
antes, después de haber oído comentar
tanto de ella y de recomendármela tanta gente . Fecha de 2011. La verdad es que
sí lo sé. El 2011-2012 he andado tan
ocupado en el aprendizaje del cambio de pañales, del arte de la alta cocina de
la trituración de alimentos y del hablar y reír con onomatopeyas, que la
frecuencia de mis visitas a las salas de cine se ha visto drásticamente
mermada. A parte de por la subida del IVA que hace que el ir al cine se haya
convertido en una tragedia económica. Evidentemente.
Pero ocupémonos de la película. Un Dios Salvaje es un cóctel orgásmico de emociones, para cualquier
espectador, pero para los profesionales que trabajan cerca del mundo de la
intervención con familias y que son también padres resulta un posgrado
acelerado de el qué, el cómo y el cuándo se debe intervenir en un conflicto con
un menor. Un relato en el que coexisten dos historias paralelas que se mezclan
pero no se tocan. La primera de ellas, una pelea entre dos niños que termina en
una agresión, nos sitúa en la segunda; en la escena en la que sus padres tienen
un posterior encuentro con tal de, de una forma civilizada, buscar de mutuo
acuerdo una resolución amistosa del conflicto entre sus hijos y cuál es la
mejor fórmula con tal de que puedan hacer las paces. En un instante, las
formalidades de lo políticamente correcto, la buena voluntad, lo moralmente apropiado,
la cortesía del café y del pastel, dan paso a un baile de emociones,
agresiones, críticas y reproches. Siempre en el mismo escenario, siempre la
misma decoración. Polanski ha sido muy fiel a la obra de Yasmina Reza, es una
película muy teatral.
Todos tienen razón y todos se equivocan. Lo que empieza
siendo un intercambio de ideas y buenas prácticas sobre las mejores maneras y
fórmulas de educar a los hijos acaba torciéndose hacia los conflictos
parentales y dando de rebote a cuestiones de género. Ambas parejas entran en un
circuito de alianzas y coaliciones distintas entre los cuatro personajes que
acabaran por romper la homeostasis de ambos subsistemas conyugales, mientras
los niños...
Volviendo al mundo de la paternidad y del profesional de
la intervención familiar. ¿Cómo actuaríamos como profesionales en la mediación
con los padres de un conflicto entre niños que termina con agresión? ¿Debemos
intervenir? ¿Debemos guiar/acompañar hacia lo políticamente correcto y lo
moralmente apropiado? O ¿debemos dejar al mismo tiempo esas rendijas por las
que debe fluir el instinto humano? Y como padres, ¿qué hubiéramos hecho/dicho?
Confiemos en las capacidades de los niños. No son tontos.
Vean la película. Disfrútenla. Y si ya la han visto, ya
me dirán.
Un Dios Salvaje, con retraso" se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 3.0 Unported
No hay comentarios:
Publicar un comentario