Seguro que todos conocemos a alguien con el que siempre
nos reímos porque sabe encontrarle la parte divertida a cualquier situación.
Con él o ella nos sentimos cómodos porque nos ayuda a pasar un buen rato, a
olvidarnos de los quehaceres y obligaciones diarias. Si hemos estado a gusto
durante ese rato, cuando nos volvemos a la dinámica diaria, estamos mejor, con
mejor sintonía con nosotros mismos y con los demás. Entonces somos más capaces
de relativizar los conflictos y malos rollos que podamos encontrarnos.
La capacidad de ver la vida desde esta óptica, nos ayuda a
tirar adelante con más tranquilidad y seguridad, sin magnificar los
acontecimientos, sino todo el contrario, relativizándolos. Muchas veces, las
familias cuando vienen a terapia quieren una solución mágica a sus problemas
pero también quieren que les digamos que esos problemas no son tan grandes,
porque de esta manera será más fácil superarlos. Una de las formas más
agradables de relativizar los conflictos familiares es tratándolos con humor,
porque así se hacen más humanos y más fáciles de gestionar.
Otro ejemplo más allà del chiste gráfico: había un matrimonio al que llamaban los
“angustios” porque siempre estaban preocupados por sus hijos. Cuando nacieron
no podían dormir por si dejaban de respirar, después se preocupaban de si la
comida era la adecuada a la edad, después sufrieron por el tipo de colegio que
les tocó (ambiente, currículum académico,...) y así un sin fin de angustias.
Esta preocupación excesiva, que no vamos a analizar sistémicamente, se podía
tratar empáticamente con el dolor que transmitían los padres, es decir,
hacerles llegar que comprendemos su dolor, nos ponemos en el caparazón de los
“angustios” y buscamos estrategias de intervención que les ayude a salir de este
funcionamiento. Pero también se podía empatizar con la familia tratando la
angustia también con humor, para que pudieran ser conscientes de ello des de la
desdramatización. Muchas veces caemos en el pesimismo de las familias y una
manera de romper esa dinámica es dándole la vuelta al drama. Este matrimonio
trajo el humor a la terapia con una metáfora, si continuamos ese camino, con
otra metáfora, seguramente les llegará antes nuestro mensaje que si nos ponemos
dramáticos.
El humor también permite tratar conflictos familiares muy
graves, los cuales si se tratan desde una óptica dolorosa, sería muy difícil
salir de la queja y del pesimismo. A
través del humor podemos hacer más fácilmente una crítica de la realidad que
nos ha tocado vivir, des-centrarnos del dolor y poder construir una actitud más
positiva delante esta realidad.
Hay otra función del uso del humor en la terapia que seria “descuadrar” el funcionamiento de la familia, desubicarla para potenciar el cambio. Lógicamente, primero tenemos que crear el vínculo con la familia y éste se puede crear de muchas formas – escucha empática, reencuadrando,... -, también con notas de humor. Cuando el vínculo está creado es cuando se puede usar el humor de una forma irónica, para que la familia pueda transformar la disfuncionalidad.
Un ejemplo más: imaginaos a un padre que obedece a sus propios
padres de tal forma que sigue ubicado en el rol de hijo y que eso le dificulta
su papel parental. Podríamos coger libros muy pesados y a cada uno ponerle una
etiqueta que describa lo que le hacen hacer los abuelos al padre – ir a su casa
todo el fin de semana, no hablarse con los suegros, trabajar en el negocio
familiar,... -. Con un punto de humor,
se le pondrían muchos libros para que notase la carga que lleva y que le dificulta
su papel paternal. Se podría continuar diciéndole qué libros-obediencias
empezaría a sacar para ser más “libre”. Es un ejemplo claro del uso del humor,
desde la provocación, para romper con un patrón de funcionamiento disfuncional.
Lógicamente, si no hay vínculo creado, sales de la terapia con el ojo hinchado
(del libro que te ha lanzado el padre o alguno de los abuelos en un ataque de
protección). Pero aunque haya ese riesgo, una intervención de este estilo
llegará antes a la familia que mil palabras.
Como bien comenta Adela Camí en el artículo Introducción
teórica a la Terapia Familiar Socioeducativa, el humor se utiliza en las
prescripciones paradójicas, saliendo la risa, como señala Bateson, en el
momento en el que el círculo de la intervención paradójica se completa.
Mientras se está realizando la prescripción paradójica, la familia no entiende
nada y se siente un poco perdida, es en el momento de darse cuenta de la
intención de la intervención – y esta no llega hasta que se acaba -, que pueden
reírse de como han podido llegar a transformar la disfunción en dinámica
salubre. Es aquí cuando llega el humor y donde “ya no se tiene que dejar
escapar” para poder seguir interviniendo sin el peso del dramatismo.
En definitiva, el humor nos hace tener una vida más
agradable, ser más felices. A las familias que vienen a terapia, también. Nunca
tenemos que dejar de lado la idiosincrasia de la familia. Algunas serán más
abiertas a intervenciones con humor y otras menos (donde el humor hasta está
mal visto), pero a todas le podremos encontrar su puntito de juego humorístico
para romper con el drama que llevan encima y que les rigidiza las relaciones.
ESCOLA ITINERE
"Humor y Terapia familiar" se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 3.0 Unported
No hay comentarios:
Publicar un comentario