¡Entre líneas pueden leerse tantas cosas...! El mensaje está ahí, oculto y sutil, entre las palabras pero fluyendo en las acciones. Leer entre líneas implica complicidad, conectar con uno mismo y con el otro, establecer un lazo estrecho que nos permite escuchar desde otro plano los pensamientos y las emociones, aquello que no es expresado de manera directa. Frecuentemente, optamos por ceñirnos al mensaje explícito, sin buscar más allá, porqué al hacerlo el camino es más cómodo y menos riesgoso, pues uno siempre puede parapetarse diciendo “nunca caí en eso” o “nunca dijiste nada”. Cuando intuimos que las cosas no son lo que parecen a veces surge el miedo y su asidua compañera de camino, “la negación”, y al ponerla en acción, cerramos la puerta a la posibilidad de afrontar un reto, un conflicto o sencillamente nos vetamos la experiencia de autoconocernos más o de conocer más al otro.
Entre líneas podemos leer la tristeza, el dolor, el enojo, la rabia, las ganas de ser reconocido, un reclamo, el miedo a la transgresión, pero también el amor incondicional, la gratitud por haber sido sorprendida por la emoción, el despertar de un sentimiento, el deseo de un encuentro, el anhelo de un beso, la necesidad de un abrazo, las ganas de querer volver a verle, el deseo de sentir de nuevo la presión de una mano agarrándote el antebrazo en su intento por explicarte que ya te entendió...
Fotografia: Bert Kaufmann |
Para aprender a identificar emociones puede ayudar acudir al baúl de nuestra infancia, abrir “la caja de pandora”, allá donde guardamos lo aprendido en nuestra familias. Los padres enseñamos a nuestros hijos con nuestras conductas, con aquello que decimos de modo expreso o indirecto y a través de nuestro propio modo de expresar o no las emociones. Así también aprendimos nosotros. Por ejemplo, si un niño cuando se enfada no es acompañado por sus padres, recibiendo como castigo por ello el rechazo, y ello es repetido con cierta frecuencia, podrá llegar a construir un comportamiento adulto dónde la expresión del enojo no tiene cabida y no es aceptada. Y así, podemos encontrar un gran abanico de aprendizajes que pueden hacerse siendo niños, que pasan desde entender que las emociones de los otros son más importantes que las propias o que hay que “ser feliz” todo el tiempo, hasta personas que han aprendido a “no sentir” y a ignorar sus sentimientos, mostrando su confianza exclusivamente en la lógica. Llegar a descubrir las reglas relacionales familiares, más o menos encubiertas, es lo que abre la puerta a la esperanza del cambio.
En resumen, leer entre líneas exige compromiso con nuestra voz interior, estar dispuesto a escucharse y a escuchar al otro adentrándose en el universo de la complejidad, el cual nos permite una nueva manera de “pensar” el mundo emocional y relacional.
ESTHER CAMÍ
Terapeuta Familiar
Directora Técnica y de Calidad de EDUVIC SCCL
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